Astrologia y horoscopos para la personalidad
Sabemos, en general, que estos aspectos exigen de la persona un esfuerzo consciente en ciertas áreas de su vida (tanto internas como externas) a fin de capacitarse, para responder lo más armónicamente ante determinadas circunstancias del horoscopo que tenderán a generar cierta tensión en su interior. Pero no podemos decir anticipadamente, en qué forma elaborará tales situaciones. Sin embargo, no debe considerarse que esto es una falla de la astrología. En el ejemplo citado anteriormente, y en todos aquellos casos similares, el esl udio psicológico no puede deducir anticipadamente cual será la elaboración final que una persona hace ante una experiencia traumatizante. En el capítulo dedicado al carácter, profundizo más este tema.
En realidad, lo que el Psicólogo sabe, y puede aconsejar es que, la repetición de experiencias «difíciles», no debidamente elaboradas, obstaculizarán seriamente la maduración de la Personalidad. Algo similar a lo que puede hacer el psicoastrólogo con el estudio de la Carta Natal de un niño. La existencia de aspectos tensionan-les puede ser usada en forma preventiva y no determinista, a fin de asesorar a los padres respecto de cuáles serán las áreas que requerirán de parte de ellos, una dedicación más puntual. Creo que a esta altura resultará claro cuáles son las dos posibilidades que mencioné al abordar el trabajo desde una perspectiva astrológica:
1) El estudio de la Carta Natal de un bebé recién nacido o con pocos años de vida proporciona lo que llamo estudio astrológico preventivo, siempre y cuando se cuente con la colaboración de los padres o tutores.
2) El estudio de la Carta Natal de una persona de cierta edad que, en forma similar al estudio psicológico, podrá por medio de una revisión retrospectiva, identificar núcleos y motivos de conflictos, con la ventaja de poder hacer una prospectiva más concreta y definida.
En síntesis, el grado de incertidumbre respecto de cómo reaccionará una persona ante una experiencia, o bien de qué manera será capaz de elaborar un aspecto «difícil» en su Carta Natal, está en directa relación al nivel evolutivo individual, propio, que puede haber plasmado en sucesivas encarnaciones. Y esto, tal como lo menciono en otro capítulo, constituye la intimidad del alma que sólo Ella puede develar en su contacto con el Universo.
Pasemos a otro tema. El yo, la consciencia interior.
La Psicología reconoce que el factor al que llamamos «Yo» es el resultado de un largo y complejo proceso el cual, si es realizado exitosamente, deriva en la emergencia de un núcleo de identidad propio que es el que se encarga de dar sentido de unidad a todas las experiencias vividas por el sujeto. Esta consciencia del yo, emerge paulatinamente como fruto de la maduración de su organismo por un lado, y por la existencia de experiencias repetitivas que tienden a fijar determinados parámetros de referencia sobre los cuales se asienta el sentido del yo.
Uno de estos es el nombre. Por medio del mismo, paulatinamente, se va creando un punto de referencia con el medio exterior, que nos permite ir ganando en importancia y crecimiento personal; sería imposible concebir una persona sin un nombre, aún en las culturas más primitivas. Si bien existen otros factores que contribuyen al crecimiento del yo, es alrededor del nombre que se configura el núcleo principal; a partir del mismo se puede decir «esto es mío», «aquello otro pertenece a Juan», «este cuerpo es de Pablo», «este espacio corresponde a María», etc.
Es alrededor de los tres años en que los psicólogos reconocen como edad crítica, en la cual comienzan a aparecer los primeros rudimentos de lo que luego será el Yo. Indudablemente, después de creado ese punto de fijación, es posible la expansión de la persona; aspirar a un lugar en el seno de la familia, de otros grupos secundarios, y hasta el de lograr cierto status social.
En realidad, lo que el Psicólogo sabe, y puede aconsejar es que, la repetición de experiencias «difíciles», no debidamente elaboradas, obstaculizarán seriamente la maduración de la Personalidad. Algo similar a lo que puede hacer el psicoastrólogo con el estudio de la Carta Natal de un niño. La existencia de aspectos tensionan-les puede ser usada en forma preventiva y no determinista, a fin de asesorar a los padres respecto de cuáles serán las áreas que requerirán de parte de ellos, una dedicación más puntual. Creo que a esta altura resultará claro cuáles son las dos posibilidades que mencioné al abordar el trabajo desde una perspectiva astrológica:
1) El estudio de la Carta Natal de un bebé recién nacido o con pocos años de vida proporciona lo que llamo estudio astrológico preventivo, siempre y cuando se cuente con la colaboración de los padres o tutores.
2) El estudio de la Carta Natal de una persona de cierta edad que, en forma similar al estudio psicológico, podrá por medio de una revisión retrospectiva, identificar núcleos y motivos de conflictos, con la ventaja de poder hacer una prospectiva más concreta y definida.
En síntesis, el grado de incertidumbre respecto de cómo reaccionará una persona ante una experiencia, o bien de qué manera será capaz de elaborar un aspecto «difícil» en su Carta Natal, está en directa relación al nivel evolutivo individual, propio, que puede haber plasmado en sucesivas encarnaciones. Y esto, tal como lo menciono en otro capítulo, constituye la intimidad del alma que sólo Ella puede develar en su contacto con el Universo.
Pasemos a otro tema. El yo, la consciencia interior.
La Psicología reconoce que el factor al que llamamos «Yo» es el resultado de un largo y complejo proceso el cual, si es realizado exitosamente, deriva en la emergencia de un núcleo de identidad propio que es el que se encarga de dar sentido de unidad a todas las experiencias vividas por el sujeto. Esta consciencia del yo, emerge paulatinamente como fruto de la maduración de su organismo por un lado, y por la existencia de experiencias repetitivas que tienden a fijar determinados parámetros de referencia sobre los cuales se asienta el sentido del yo.
Uno de estos es el nombre. Por medio del mismo, paulatinamente, se va creando un punto de referencia con el medio exterior, que nos permite ir ganando en importancia y crecimiento personal; sería imposible concebir una persona sin un nombre, aún en las culturas más primitivas. Si bien existen otros factores que contribuyen al crecimiento del yo, es alrededor del nombre que se configura el núcleo principal; a partir del mismo se puede decir «esto es mío», «aquello otro pertenece a Juan», «este cuerpo es de Pablo», «este espacio corresponde a María», etc.
Es alrededor de los tres años en que los psicólogos reconocen como edad crítica, en la cual comienzan a aparecer los primeros rudimentos de lo que luego será el Yo. Indudablemente, después de creado ese punto de fijación, es posible la expansión de la persona; aspirar a un lugar en el seno de la familia, de otros grupos secundarios, y hasta el de lograr cierto status social.